10/09/2021
Día sí día también, nos vemos expuestos a diversas situaciones que, sin darnos cuenta, afectan directamente a nuestra salud. El apretar el claxon, las obras, el transporte urbano, los aviones… Todos estos ruidos que tenemos normalizados en nuestro día a día forman parte de lo que es la contaminación acústica, que, sin ser conscientes, afecta nuestra salud diariamente.
¿Qué es la contaminación acústica?
Según el Ministerio para la Transición Ecológica (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto demográfico), «se entiende por contaminación acústica la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que impliquen molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causen efectos significativos sobre el medio ambiente”.
Llega un momento en que el sonido pasa a ser ruido. Según la OMS, que afirma que el ruido es un factor muy perjudicial para la salud, está considerado que, cualquier sonido que sobrepasa los 65 decibelios ya es ruido y que puede ser nocivo para aquellos que la escuchen.
¿Qué causa la contaminación acústica?
La contaminación acústica puede venir causada de diversas fuentes como el tráfico automovilístico, las obras de construcción, el ocio nocturno o también el transporte aéreo.
Debido a la causa y al contexto, si nos centramos en este último, podemos ver que aunque el número de aviones que transitan es mucho menor al de coches, el impacto que provocan es mucho mayor. Un solo avión, puede provocar 130 decibelios de ruido, un número mucho más elevado que el que la OMS establece como perjudicial.
Según Iberdrola, Barcelona se encuentra entre las 10 ciudades más ruidosas del mundo, ocupando el 7º lugar. ¿Qué nos hace plantear esto? ¿Necesitamos de verdad aumentar el nivel de ruido? ¿Pretendemos escalar en la lista?

Los efectos: ¿qué consecuencias tiene para la salud?
Los datos son preocupantes. La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) explica que una de cada 5 personas en Europa está expuesta a diario a niveles de ruido nocivos para la salud. «Entre los efectos adversos para las personas expuestas a la contaminación acústica se incluyen las amenazas al bienestar de las poblaciones humanas, el deterioro de la salud y la distribución de la fauna salvaje en el suelo y en el mar, la disminución de las habilidades de nuestros hijos para aprender correctamente en la escuela y el elevado precio económico”.
Como se ha comprobado, los problemas auditivos no son lo único que puede pasar. Junto con las mencionadas anteriormente, hay una serie de graves consecuencias que afectan a la salud de las personas. Las principales son: psicológicas, ya que el ruido puede provocar episodios de estrés, ansiedad o histeria, entre otros; psicopatológicas, porque puede provocar problemas respiratorios o incluso infartos; en la memoria y la atención, ya que el ruido puede provocar dificultades para concentrarnos; y en el sueño y la conducta, porque nos puede dificultar la conciliación del sueño (un ruido por encima de 45 dB lo impide) y provocar agresividad o irritabilidad.
¿Cómo afecta el medio ambiente y la biodiversidad?
Además de los habitantes de los municipios vecinos hay otros afectados de esta contaminación acústica. El otro principal afectado es el medio ambiente y su biodiversidad. El Delta del Llobregat es un espacio natural protegido por su riqueza ambiental y su biodiversidad en una zona tan urbana.
La contaminación acústica afecta a la biodiversidad alterando el equilibrio del ecosistema donde se encuentra. Las especies eligen un territorio donde instalarse por sus condiciones, entre ellas, el ruido. En el momento en que estas condiciones cambian, ya no pueden convivir y lo que puede acabar provocando es que se vayan. Esto, podría afectar directamente también al resto del ecosistema. El hecho de que una especie desaparezca, puede condicionar el estado del resto de especies e incluso, de la flora.
¿Qué se puede hacer para evitarlo? Soluciones para reducirla
La principal solución a este problema invisible es la concienciación ciudadana. Normalmente, cuando un problema no afecta directamente, es decir, que no se sufren las consecuencias de inmediato, solemos no darle la importancia que realmente puede llegar a tener. Por ello es indispensable que, en estas situaciones, nos informamos bien, para ser conscientes de cómo nos puede afectar a la larga o por lo menos, de la herencia que dejaremos y sufrirán los que después vendrán.
De esta conciencia hay dos niveles: el más individual, que consiste en reducir ruido con cosas más personales como evitar el uso del coche y cambiarlo por otros vehículos como la bicicleta; o llevar a cabo actividades de ocio, a partir de ciertas horas, que no provoquen ruido.
Por otra parte, a nivel más colectivo y amplio, las administraciones también pueden luchar para mejorar la gestión ambiental del ruido. Por ejemplo, protegiendo ciertas zonas que pueden ser más afectadas o dar alternativas de transportes que no contaminen ni químicamente ni acústicamente. En el caso actual en que nos encontramos de que se quiere ampliar el aeropuerto y aumentar el número de vuelos, por ejemplo, se puede presentar la alternativa del tren, que no emite gases de efecto invernadero, por lo tanto evita la contaminación química, y no provoca la contaminación acústica que los aviones sí provocan.
Resumidamente, todo acaba pasando por la educación ambiental, que ahora necesitan los más pequeños que acabarán siendo el futuro. Pero la responsabilidad no recae solo en ellos. Es el turno de todos. Para la salud y para el planeta.